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Crónica 3: El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien

Historias que Marcan III

¿Películas sí o sí?

Sería atrevido de mi parte pretender que lo que leerán es un análisis o incluso una reseña de esta obra magna, porque las múltiples capas que la envuelven me hacen complicado hacer una “crítica” con justicia. Afortunadamente, el título de blog me brinda una excusa perfecta, pues aquí se realizan crónicas de cómo conseguí los libros, mi experiencia con ellos al leerlos y la trascendencia que creo tienen para la Fantasía. Existen en el mundo otros catedráticos y estudiosos de Tolkien que son capaces de desglosar con mayor o menor atino El Señor de los Anillos y su importancia no sólo en este género, sino en toda la literatura. Incluso están los que escupen en ella –a esos, que los Otros se los lleven-. Iré pues a lo que me compete, que me enrollo.

No puedo hablar de la obra literaria sin mencionar sí o sí la trilogía cinematográfica, pues en realidad fue esta la que me marcó más. Es una historia curiosa, puesto que en un inicio renegaba de ver las películas. Estaba más enamorado de Harry Potter, pero mis padres me insistían en que viera ESDLA, convencidos de que me gustaría. Ya saben, los padres te conocen muy bien, pero uno es necio. Finalmente llegó el año, ese infame 2003 en el que supe que no habría tercera entrega del mago sino hasta 2004. Decepcionado por primera vez con la industria del cine, llegó un día en que mis padres rentaron Las Dos Torres en Blockbuster. Qué tiempos cuando aún se rentaban las cosas. El caso es que llegué a su cuarto aburrido y me senté a ver por puro ocio.

La escena me dejó anonadado. Un puñado de lo que parecían ser árboles parlantes y que marchaban con paso de guerra a una torre oscura y extraña en el horizonte. De fondo, una música mística, evocadora, con unos coros que aún me ponen la piel de gallina. Ese fue el primer contacto, ese fue mi fin -¿mi principio?-. Aquí se las dejo. ¿No es una puta maravilla?

Al día siguiente, antes de que la devolvieran, vi la cinta completa. No entendí ni pío, pero el hipnotismo hizo efecto. Poco tardé en que mi padre me comprara ambas en DVD. El tablero estaba listo. La música, debo decirlo, es la principal razón de que los filmes de Peter Jackson calaran tanto en mí. La obra maestra del compositor Howard Shore me sigue haciendo temblar, de eso no hay duda. Por fin llegó diciembre de 2003, acababa de cumplir 9 años y podría decirse que El Retorno del Rey fue mi regalo. Y, dioses, qué regalo.

Ojalá me entiendan. Tienen 9 años, recién empiezan a saber lo que es formarse una opinión sobre una obra artística -en realidad te importa una mierda mientras salgas contento de la sala-. Yo estaba muy impresionado con las anteriores dos entregas, maldiciéndome por no haberle hecho caso a mis padres antes, pero feliz con mi suerte de poder ver el final en pantalla grande. Realmente espero que comprendan lo que supuso para mí ese espectáculo, porque fue el que me quebró. El que me formó, si quieren.

Fue la primera vez que vi tanta gente aglomerada en una sala de cine. Había gente sentada porque no alcanzaron asiento e incluso de pie en las salidas, todo para presenciar tan magno evento, único en su tipo hasta ahora. A mis padres y a mí nos tocó en las primeras tres filas, para horror de nuestros cuellos. Aunque no para mí. Para mí fue lo que después llamaría orgasmo, uno visual. El impacto de El Retorno del Rey en mi infancia es de esos momentos fundamentales que recuerdo como si hubiera sido ayer. Sin ese film no habría yo, así de simple es.

Por supuesto, crecí, vi más cine, sobre todo, vi más series. La cuenta de las veces que he revisitado la trilogía es innumerable, pero sí que me he terminado de dar cuenta de las fallas que tiene, sobre todo en ritmos, pues Jackson es muy irregular en su narración y exagerado muchas veces, como lo demuestra con pesar en la trilogía de El Hobbit. Sin embargo, siguen siendo mis filmes preferidos, ya que tanto por ellos como por Harry Potter me gusta la Fantasía.

Construyendo mitologías

Tardé en leerme a Tolkien. En realidad, nunca es tarde para leer, aunque lo cierto es que cuando mi padre empezó a comprarme los libros yo ya había leído el primero de Añoranzas y Pesares. Y Harry Potter, claro. Hasta ahí acababan mis conocimientos de literatura fantástica y ya estaba en la preparatoria cuando mi padre me compró los tres libros de ESDLA. No mentiré que también me tardé en leerlos, acostumbrarse a la prosa de Tolkien es toda una proeza, pero no quedé decepcionado, a pesar de que la trilogía del cine continuaba clavada en mí. 

Sí que lamentaba esas páginas en las que el profesor describe punto por punto cada árbol, cada pantano, cada montaña lejana y estrechos senderos serprenteantes. Además, Aragorn aquí se me hizo un poco cansino, pues al menos Jackson tuvo el tino de permitir que el personaje fuera más reticente respecto a su destino, convirtiendo el momento del retorno es algo más climático y decisivo. En donde sí no podemos meter queja sobre su construcción y desarrollo de personajes es con los hobbits, todos son muy diferentes al final de la obra a como empezaron.

Como buen filólogo, Tolkien tenía un profundo amor por las palabras y se nota muchísimo. Cada una está puesta exactamente donde debe y en el momento en que la quiere. Podrá hacerse pesada tanta descripción, pero la precisión con la que lo cuenta para construir tan inabarcable e inmortal mundo es envidiable. Tolkien es el constructor de mundos por antonomasia. Vino a imponer escuela sobre el tema, aunque en décadas posteriores abusaran de ello los autores conocidos como “imitadores”. Gran estudioso de los romances medievales, sagas nórdicas y de la leyenda artúrica, hizo una mezcolanza para crear una nueva mitología rica en detalles, masiva en su construcción y contundente en su estilo.

Y con un gran final. Varias obras de fantasía poseen un desarrollo estupendo pero pecan de una resolución pobre, manida o apresurada. Tolkien cerró su mito con redondez, dejando para la posteridad una de las obras más densas e imaginativas que se recuerdan. 

Influyendo a “imitadores”

Colocó una cumbre. La fantasía como tal siempre ha existido, pero aún no encontraba su sitio en las clasificaciones editoriales –como ya lo habían logrado el terror y la ciencia ficción, sus géneros primos y que para entonces ya tenían “representantes”-. Y entonces, el profesor con sus tres tomos salvajes aparece –imaginen si Martin o Sanderson hubiesen vivido en los 50 y quisiesen publicar sus tochazos; los editores se habrían dado un tiro-. La fantasía como género literario de estanterías apenas estaba en pañales cuando arribaron Frodo y el Anillo, y eso que ya en los 30 se había publicado El Hobbit.

Por tanto, muchas obras de fantasía no épica terminaron pasando desapercibidas –y continúan siéndolo-, debido a que todos aquellos que leyeron a Tolkien entre los 50-60, y se impactaron con él, decidieron que querían explotarlo. De esta manera, también un puñado de autores que ya habían puesto su granito de arena para conformar el género son poco reconocidos, tales como George MacDonald o Lord Dunsany u obras como La Espada Rota de Poul Anderson –publicada el mismo año que La Comunidad del Anillo y con influencias muy similares en las que se volcó Tolkien-.

En la primera lectura no logré comprender del todo la magnitud de lo que Tolkien quería contarme con El Señor de los Anillos. Tan eclipsado me seguían teniendo los filmes de Jackson. Sin embargo, en subsecuentes relecturas –una este año, aprovechando que iba a leer Silmarillion- me he dejado envolver más por la Tierra Media del profesor, por su legendarium. La obra capital de lo que conocemos hoy en día como fantasía épica no vale la pena leérsela una vez y pensar que ya con eso se tiene, porque merece revisiones, siempre y cuando el estilo “pesado” del subcreador no los eche para atrás. Si lo hace, está bien, no es para todos. Conozco muchos amantes de Sanderson y de Martin que no lo soportan, prefiriendo estas revisiones más modernas y brutales del género. A mí me agradan todos y cada uno de ellos, incluso los imitadores. Pero como a César lo que es del César, a Tolkien… ya me entienden.

Mi colección

Calificación: Cinco espadas

Lo Mejor
  • Un pilar indiscutible en el género
  • Épica en su máximo y mejor nivel
  • La sorprendente y coherente evolución de los hobbits
Lo Peor
  • Desripciones que cansan
  • Aragorn es más "simple" que su adaptación al cine


Comentarios

  1. Hola!,
    pues sobre que nos cuenta me ha llamado bastante la atención, creo que podría darle una oportunidad, pienso que puede gustarme.
    He seguido tu blog ^^, ¿pasarías por el mío y si te gusta te quedarías en el?
    Un abrazo

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  2. Hola Elihú, como vas? pues muy interesante tu punto de vista, algo similar me pasó con esta obra a la que me acerqué de igual manera por las películas, aunque no fue hasta el año 2013 que por fin pude echar mano a la trilogía, y que decir, a mí me agradaron las descripciones, es más, me atraparon, debe ser porque me crié en un ambiente rural y desde pequeño en la finca de mi papá me las di de aventurero explorando cada cueva y cada quebrada, por eso gocé tanto con La comunidad del anillo, en fin, el estilo es denso, pero se nota el cariño con que el profesor empuñó esta historia, eso me ha llegado de principio a fin, saludos. Y para agregar algo, sino has leído algo de él ya, te recomiendo a Clark Ashton Smith y su Zootique, el último continente, fantasía oscura de los años 30, no tiene pérdida, en serio.

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    Respuestas
    1. Sin duda a muchos les cala más los estilos descriptivos que a otros, pero no hay duda que es un autor maestro indisutible.
      Fíjate que tengo pendiente a Ashton Smith, creo que Zootique será lo primero que consiga. Gracias y saludos!

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  3. ¡Holaa!
    Creo que dejaré pasar por lo menos un año más para poder al fin leer estos libros, porque sinceramente no creo que ahora me gusten.
    Estoy segura que cuando los lea más adelante se convertirá en mis favoritos jaja
    Genial la entrada ^^
    Saludos de Olorcito a libro

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Sí, a veces es con esta trilogía mejora más nuestra perspectiva de la misma al crecer no solo en edad, sino en lecturas. Ojalá cuando la leas te guste. Saludos!

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