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Reseña de girl power al 3x1: De Vanessas, reclusas y clones

El tiempo, lamentablemente, no da para todo. Lo que daría por tener un giratiempo como el de Hermione, pero no para asistir a todas las clases, sino para dedicarme al cien a todas las actividades que me gustaría al mismo tiempo. Tengo uno, pero es de juguete y no sirve a mis propósitos.

Por eso, entre las ocupaciones de la vida diaria como el trabajo godinez, así como la lectura y las series, queda poco tiempo para escribir. A veces simplemente dan ganas de hacer nada; a la huevonada también se le debe dedicar su tiempo. Además, Game of Thrones quita tiempo. Mucho, pero dado que es mi serie favorita actualmente, puedo decir que valen la pena las horas invertidas en ella. Pero en ese lapso ocurrieron sucesos en el mundo seriéfilo que hay que reseñar, auspiciadas por mucho girl power, pues esta tanda de reseña triple es de series dominadas únicamente por las féminas. Aunque sea de manera anecdótica, porque ya pasó tiempo y hay que leer y echar la flojera. Ay, el tiempo.

El final que llega sin avisar

La primera reseña es del final de Penny Dreadful. No de temporada, no, de la serie. ¿Pero qué carajos? Esa fue la primera expresión que salió de mi boca tras recuperarme de la impresión al leer la noticia. John Logan, sin avisar antes, maldito troll, preparó dos episodios para que fungieran como fin de la función. La cortina cae y aparece un THE END en mayúsculas, de esos que te tunden el alma. No preparado para ese golpe, había ahora que analizar toda la tercera temporada de las pericias de nuestra adorada Vanessa Ives desde otro enfoque, el de un tercer acto conclusivo de tan solo 9 tandas. El de tener que despedirse de tener a la diosa Eva Green frente a nuestras pequeñas pantallas. Ya se me hacía raro que esta entrega solo tuviera 9 episodios y no 10, aunque debo decir que uno más no le habría venido mal. Aprovecho para recordar que hice una reseña del primer episodio de la temporada, por si ocupan: PENNY DREADFUL 3.01: TODOS NECESITAMOS UNA PSIQUIATRA.

Ciertamente estaba claro desde el comienzo que este era el show de Vanessa. Aunque en un principio pareciera que sería una especie de Liga Extraordinaria, que lo fue también, la que se robó la serie fue ella. Su historia, con inicio, mitad y final, ha sido contada. Su lucha contra las fuerzas inamovibles de la oscuridad da un nuevo revés cuando decide abrazar su naturaleza maligna, escoltada por Drácula -que no dominada, esta serie también es feminista. Ella es la oscuridad. Y, sin embargo, su amado Ethan le trae una última batalla, el último resquicio de escape a la luz. Solo hay una opción posible, la más trágica, porque esto no es un cuento de hadas, es uno decimónico.

Como final para ambos es aceptable. Además, nuevamente tuvimos a toda la pandilla junta, pateando traseros de criaturas infernales como en los viejos tiempos. Hasta la doctora Seward se metió a los madrazos. Y Víctor, tras estar toda la temporada encerrado en un laboratorio, regresa con sus besties a combatir a las fuerzas del mal. Ya saben, una de esas idas de olla mamarrachas que en el fondo nos gustan.

Alabanzas quedan para el episodio cuatro, ese duelo interpretativo entre la Green y Rory Kinnear, ambos en tan solo cuatro paredes. También para la introducción de Catriona Hartdegen, personaje muy interesante -una especie de Van Helsing femenino. Si quisieran, ella podría ser el nuevo relevo femenino de la historia y continuar con los demás, que Drácula sigue suelto. ¿Un spin-off, tal vez? No lo sé, pero sí que las resoluciones del resto de personajes, incluido sir Malcolm, quedaron al aire. ¡La Liga puede continuar! Además, me hizo falta más Dr. Jekyll, cuyo papel no fue más que anecdótico y para que Frankestein tuviera con quién platicar. Eso sí, la conclusión de su relación con Lily me dejó satisfecho. Por fin conocimos la razón -triste también- detrás de su odio a los hombres y no podemos hacer nada más que aplaudir su decisión de también cortar por la paz con Dorian, el hombre que estará esperando… para siempre.

La segunda temporada sigue siendo la mejor. Esta tercera, si bien entendemos la razón para separarlos a todos, funge como una conclusión un poco descafeinada. Para Vanessa estuvo más que perfecto, no podía ser de otra manera, pero los demás personajes ya estaban también muy desarrollados para dejarlos así de estancados. La excepción fue John Clare, otro eterno, la Criatura destinada a sufrir y ver la vida ir y venir ante sus ojos. Que el final nos lo narre él, a modo de poesía, inclinándose ante la tumba de su amiga Vanessa, es una imagen bella para terminar la serie. En eso, debo decirlo, quedé satisfecho.

La buena noticia es que tenemos Eva Green para rato. Su cinta junto a Tim Burton, Miss Peregrine, está por salir en los cines y desde ya estoy apuntado a cualquier trabajo en donde la actriz participe. Debería cosechar premios, porque es bárbara.

Poniéndose contundente desatando la tragedia

Segundo tema. La cuarta temporada de Orange is the New Black. Las reclusas más famosas de la televisión vuelven a las andadas, en una temporada más compleja y mejor hilvanada que la tercera, incluso la segunda. La verdad, la pasada entrega no me gustó demasiado, tanto que apenas y me acordaba de lo que había sucedido. Afortunadamente, se puede entender como la calma antes de la tormenta, desatada a fondo en la cuarta. Las críticas hacia el sistema penitenciario estuvieron más ácidas que nunca -¿una convención de correccionales, en serio?-, así como el intento de Piper de ser la nueva Walter White. Por supuesto, esto no es Albuquerque, es la cárcel, y sus arrogancias y superioridades tienen su justo castigo. Además, la llegada de los nuevos guardias, veteranos de guerra que también merecen estar tras las rejas, añadió dosis de tensión y algunos de los puntos más álgidos de la temporada.

Lo que más disfruté de esta entrega fue cómo los distintos hilos narrativos confluyeron hacia ese terrible final. El encubrimiento y descubrimiento de la muerte del guardia, el cual sirvió para hablar de la línea entre locura y crimen como el caso de Lolly. La historia del "tratamiento especial" a Judy King por ser una celebridad, que arrojó varias de las escenas más cómicas y desmontó ese estereotipo de que las personas de su edad no disfrutan del sexo. O esa protesta pacífica de las reclusas contra los guardias, además de la corrupción dentro del sistema carcelario, del cual Caputo lucha por combatir, realmente preocupado por el bienestar de las convictas, pero siempre frenado por los “presupuestos”. No es casualidad que justo antes del desastre, Caputo le alerte a Bayley de que se salga de ahí antes de que la prisión, ese monstruo que crece a cada día, lo destroce. Y así sucede, con el fallecimiento de Poussey, uno de los momentos más tristes y frustrantes de este año televisivo, desatando esa olla de ebullición con la que cierra esta cuarta entrega.

OITNB se atrevió a escalar a tintes trágicos, tomando en cuenta que este show siempre se ha movido entre la comedia y el drama, lanzando justamente el término “dramedia” entre los reseñadores, aunque en este caso “tragicomedia” debe ser más acertado. Ya lo había advertido Taystee desde su trinchera como secretaria –Mano del Alcaide- de Caputo, dando una divertida y profética referencia a Game of Thrones: Winter is coming, bitches. Y no solo vino en la serie de HBO en su último episodio -reseñado aquí-, también en el show de Netlifx.

Oh, y también hubo otra referencia a una saga de fantasía. A Bayley le gustó El Nombre del Viento de Patrick Rothfuss y capítulos antes le pidió a Poussey prestado El Temor de un Hombre Sabio. Dato friki mode off.

Intensificando el Clone Club

Y toca hablar de la tercera serie que terminó temporada: Orphan Black. Sabido es que si Penny Dreadul era el “Eva Grenn show”, este es el “Tatiana Maslany show”. La historia de ciencia ficción sobre el Clone Club también, como OITNB, se recupera luego de una fallida tercera entrega, en esta caso para regresar a los orígenes y conocer la verdad detrás del suicidio de Beth Childs, quien dio comienzo a toda esta loca historia sobre clones y sestras, además de añadir un nuevo rostro, Mika, para lucimiento de Maslany, otro monstruo interpretativo. ¿Cuántas actrices se han enfrentado a su titánica labor de interpretar a 8 o 9 personajes a la vez, por varias horas y que además se te olvide al verlas que la actriz es la misma? Si alguien la conoce, que me diga por qué tampoco ha ganado un premio.

En fin, este año sirvió más que nunca para el resurgir de la bitch de Rachel, la verdadera enemiga y la oveja negra de la familia clon, decidida a hacerse con el negocio familiar de Susan y acabar con Sarah. Además de ahondar en la historia de Neolution y seguir haciendo sufrir a Cosima –¡estúpidos, mi Cosima, idiotas!-, la serie se prepara para la temporada cinco y última. Los showrunners no son tan crueles como John Logan y sí avisan, al menos. Sin embargo, hay que seguir aplaudiendo a esos narradores que cada vez más apuestan por contar una serie ya con un final preestablecido, sin ir inventando sobre la marcha.

Lo que parece claro es que el siguiente año veremos más de Krystal, pues su personaje es muy divertido. La historia criminal de los Hendrix nuevamente alcanzó esas cotas de humor negro que de hecho fueron lo que más me gustó de la tercera, especialmente con Helena alrededor. Y, lo mejor del final, fue esa reunión entre Cosima y Delphine, que no estaba muerta, andaba de parranda en la isla del Doctor Moreau. Será intrigante conocer a Westmorland, el fundador de Neolution y quien parece será el ultimate villain a combatir. Una pena que también debamos esperar un año.

Ay, en estos casos, quisiéramos adelantar el tiempo. Puto tiempo.
Esto también va para John Logan. ¡Estúpida, mi Penny Dreadul, idiota!

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