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The Good Wife: bofetada coherente tras una deslucida temporada

El matrimonio formado por Robert y Michelle King ha logrado su cometido: alcanzaron las siete temporadas aun cuando las audiencias no eran siempre las mejores para los estándares de la CBS, pero el apoyo incondicional de los fans y sobretodo el respaldo de la crítica y los premios permitieron a The Good Wife llegar a esta longevidad.

Fin. Así se llama el último episodio (vaya con la creatividad, como el "The End" de Lost), del cual se han derramado ríos de tinta (cibernética) sobre el mismo. Es cierto lo que comentó Julianna Margulies: o lo amas o lo odias. Personalmente, en un principio lo odié, pero ya que tuve tiempo para procesarlo, no lo tengo tan claro. Tal vez mientras escriba me ayude a averiguarlo.

Primero que nada hay que despedirse. Porque, dios, este era un gran show. Tan elegante, con tan buenos personajes y guiones siempre pegados a la actualidad política, tecnológica y a polémicas raciales. En resumen, que no hubo tema que The Good Wife no se atreviera a tocar, aquí cupo de todo y para todos. Pero una despedida no estaría a la altura sin alabar el trabajo de Margulies y la evolución de su Alicia Florrick. Pocos personajes principales hay en televisión que presenten tantos cambios, todos ellos progresivos y acordes con la personalidad y las circunstancias que van viviendo. 

Alisha es uno de los pilares televisivos de los personajes femeninos, los que están bien construidos y que, sin importar su sexo, nos hacen amarla, preocuparnos y, por supuesto, odiarla. Porque vimos a la buena esposa, de ser sumisa y humillada, a luchar por ella y sus hijos, a buscar la realización profesional, el amor, pero no dejarse atar por él. Caminamos con ella cuando su ambición creció, cuando empezó a darse cuenta de que lo que le importaba era ganar, sin importar si debía jugar sucio o no. Y, a mi parecer, no hay mejor escena final que esa.

Su fachada de buena esposa la sigue representando, pero su corazón ya ha abandonado a Peter. Sin tomarle de la mano, lo deja y va en búsqueda de una sombra, una pizca de felicidad. De amor. Tal vez no sea el que ella quisiera (Will siempre estará en nuestros corazones), pero Jason no está ahí. ¿Qué pasa? Pasa que los King nos quieren dejar claras dos cosas con esa bofetada: que no necesitas de un hombre para ser feliz y que, sobre todo, Alisha se convirtió en una cabrona. Esa bofetada de Diane, similar a la que la "buena esposa" le diera a su marido en el piloto, ejemplifica perfectamente eso. El camino que ella tomó, por el que nosotros la acompañamos, derivó en uno marcado por el egoísmo, la ambición y, en ocasiones, el valemadrismo. Lo vemos en este último capítulo: no le interesa si Peter es culpable o no, le da igual si va a la cárcel o no. Pero ella quiere ganar, quiere demostrar que puede. Sin importar las consecuencias. Sin importar qué vidas destruya por el camino. El gran daño colateral de su cabronismo fue Diane, su amiga y mentora en ocasiones, su enemiga en otras, pero al fin y al cabo una figura importante de su vida.

¡Slap! ¡Zazca! ¡Ouch! La verdad duele, a nosotros los fans más que a nadie. Esperábamos un final de rositas, en donde nuestra Santa Alicia encontrara la felicidad, pero no es que la merezca o no. Es que el punto en que ella se encuentra como personaje, como persona, nos ha llevado a esto: a ganarse una bofetada, a crearse una enemiga, a ser odiada. Tal vez Jason sí la espere, tal vez sí se quede con ella, pero la bofetada también es un "¡despierta!", una especie de llamado a que Alicia reconsidere lo que ha estado haciendo con su vida y consigo misma. ¿Quién es ella, quién quiere ser? Estas respuestas no las tenemos, porque ni ella las tiene, pero ¿cuántas personas puede decir que lo saben?

Alicia se levanta, se mantiene erguida, se acomoda su vestido y sigue caminando. Turbada, sorprendida, molesta, pero con la frente en alto. Es lo que ella ha elegido, se diera cuenta o no. ¿Cambiará algo tras esa bofetada, reconsiderará sus acciones o las aceptará y seguirá adelante? Ese es el final, no si se queda con Jason para que eternamente tengan polvos impresionantes mientras sigue pensando en Will, no, eso no es The Good Wife. Esta era la historia de cómo una mujer pasa de ser "buena" a ser ¿mala? Casi como si fuera una especie de Breaking Bad. Tengo esperanza de que sea feliz, creo que lo será, pero no lo veremos en pantalla, porque esto es una tragedia posmoderna.
Tras aclarar mis ideas (o espero que estén claras), me doy cuenta de que sí, ese final me gustó, es coherente y terrible, muy terrible, pero cualquier otro final habría sido impostado, falso. Habría gustado más, pero los King siempre han sido atrevidos y que mantengan esa esencia en el final es digno de aplausos.

El gran pero, porque siempre hay, es que el momentum de la serie ya había pasado. El problema fue que esta séptima temporada no estuvo a la altura. Ya en la sexta comenzó a dar muestras de cierto desgaste. Los casos semanales ya no interesaban tanto (muchos ni los recuerdo), todo ese eterno tiro y afloja, ir y venir entre tantos buffetes cansó. Poner de nuevo a Peter como parte de la trama central no fue la mejor jugada posible, porque seamos honestos, ¿a quién le importa Peter?

El final queda deslucido por ello, por una temporada sin chispa y poca sustancia, porque muchos de los personajes que tantos años nos acompañaron quedaron relegados a meras comparsas. Hablo de Cary y también de Diane. Salvo por los episodios finales, realmente la diosa Lockhart no tuvo ninguna trama para ella solita, para que luciera en solitario. Hace mucho que no escuchamos su arrolladora risa. De Cary ya ni comento, siempre fue uno de los personajes más maltratados y que al final se quede como profesor (¿WTF?) es realmente una tontería.

Lo mejor, sin duda, es que tanto Alisha como nosotros pudimos despedirnos de Will, tan abruptamente arrebatado de nosotros. La química entre ellos era impagable y desde su partida, nada volvió a ser igual. Alabé a los King por atreverse a tomar esa decisión y lo bien que representaron el shock que supuso para nuestra protagonista. Aún así, ese fue el punto de no retorno, o más bien la cima. Se sintió su falta, pero para bien o para mal también contribuyó a la llegada de Santa Alicia a ser menos santa.

Despedirse de una serie no es fácil, menos cuando es tan buena e importante como The Good Wife. Ella era uno de los grandes ejemplos de que no solo el cable sabe entregar televisión de calidad. Sin importar si les gustó o no el final, ahí tenemos ese comienzo titubeante que nos engañó pensando que sería otra serie de abogados más y poco a poco fue demostrando una fuerza y entereza poco vista en programas similares. Porque era endiabladamente divertida y las carcajadas que me eché con muchas escenas fueron más altas que con cualquier comedia. Y no olvidemos que logró lo que pocas series logran: alcanzar su cénit, con esa quinta temporada cumbre. Por eso y mucho más, la recordaremos.

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